"El activo invisible con impacto tangible", por Mª Ángeles Palmi
Decimotercer artículo de 'La Libreta de adComunica', espacio quincenal de colaboraciones de socias y socios en 'El Periódico Mediterráneo', publicado el 12 de junio de 2025

Artículo publicado en La Libreta de adComunica, en el Periódico Mediterráneo, el jueves 12 de junio de 2025, por Mª Ángeles Palmi, socia de adComunica y directora de Estepark:
El activo invisible con impacto tangible
En un mundo donde las noticias vuelan y la confianza se mide en segundos, la reputación corporativa se ha convertido en uno de los activos más estratégicos para cualquier organización. No aparece en los balances contables, pero cuando falta… todo se tambalea.
La reputación no es solo imagen. Es la percepción que tienen los demás sobre cómo actúa una empresa o una persona: lo que dice, lo que hace y, sobre todo, cómo lo hace. Es confianza, coherencia y credibilidad. Y se construye en el día a día, en los detalles. Desde cómo respondemos ante las dificultades o como una marca responde a una crisis o se relaciona con su entorno más cercano.
Conozco situaciones donde una buena reputación ha sido la diferencia entre sobrevivir o caer. Una pequeña librería de barrio fue objeto de críticas infundadas en redes sociales por una supuesta actitud discriminatoria. Sin embargo, su comunidad de lectores y clientes usuales, conocedores de su trayectoria de compromiso social y cultural, salió rápidamente en su defensa. La confianza acumulada fue su mejor comunicación.
Valores
La reputación es una tarea que compete a todos las áreas de una empresa. Es una responsabilidad transversal: empieza en la alta dirección y se refleja en cada decisión de negocio. Hoy los consumidores compran por valores, los trabajadores eligen propósito y los inversores preguntan por sostenibilidad. El relato sin hechos ya no funciona. No basta con decir que somos sostenibles o comprometidos: hay que demostrarlo cada día.
Y aunque la inteligencia artificial avanza, aún no puede sustituir lo esencial: la empatía, la conexión, la humanidad. La reputación necesita estrategia, sí, pero también alma. Porque cuando se pierde, no hay algoritmo que la recupere. Cuidarla es cuidar el presente… y blindar el futuro con sentido. Y ese cuidado empieza por las personas: líderes honestos, comunicadores valientes, equipos comprometidos. Porque no hay buena reputación sin verdad, ni verdad sin quienes la defiendan con convicción.